Pablo Atchugarry
Pablo Atchugarry: Viaje a través de la Materia.
Inauguración Sábado 5 de enero, 20 hs.
Salas I, II, III, IX.
Esta exposición Viaje a través de la materia trata de mostrar cómo influyen en las obras el encuentro con los diferentes materiales, donde finalmente la naturaleza a través de la materia se vuelve protagonista.
“Toda obra de arte seria nos cuenta la génesis de su propia creación”.
Roman Jacobson
“La imagen solo puede ser estudiada por medio de la imagen, soñando imágenes tal como se componen en la ensoñación”.
Gastón Bachelard, La poétique de la rêverie.
Tal como
las marcas de la luna
pueden delatar su historia,
debemos buscar las marcas
de las esculturas de Atchugarry
para decodificar la suya.
Ante todo
nos habla
su material,
la materia prima,
el mármol
blanco mármol de Carrara.
Algunas veces
rosado mármol de Portugal,
mármol negro de Bélgica,
mármol gris Bardiglio.
Otras veces
el metal:
bronce,
hierro,
acero.
Circunstancialmente,
la madera.
Y ¿por qué no?
las retorcidas raíces
de viejos olivos
con su obligada
escritura serpentina.
Inquieto
repertorio de materiales
siempre
persiguiendo
una nueva dimensión
para su vocación formal.
De las actuales esculturas
pocas detentan título
(¿serían capaces de admitirlo?).
Las que sí lo tienen
no delatan intenciones,
motivaciones
de su autor.
Sabemos de su
inicial formación
sin patrones conocidos,
de su figurativo
punto de partida
rondando la temática religiosa:
varias Pietá,
crucifixiones,
Vía Crucis,
y, significativamente,
ya en su lenguaje definitivo
un Gran Ángel, 2006,
una Pomona, 1994,
y no mucho más.
Luego,
la huída de toda figuración:
apenas rastros.
La forma:
lo religioso transfigurado
en sentimiento difuso.
Drástica desaparición de contenidos
ideativos
figurativos:
el ser humano,
la naturaleza.
Nada de mitologías.
Ni alegorías.
Apenas algunos homenajes,
sin pretensiones alegóricas:
Monumento alla civiltà e cultura del lavoro, Lecco, 2002.
Sin embargo,
no podríamos decir
de estas esculturas
lo que Sartre dice de las de Calder:
“No sugiere nada…
sus motivos no significan nada…
no remiten a nada que no sea a ellos mismos.
Son, eso es todo;
son absolutos”.
Aparentemente,
elude todo recurso alegórico,
simbólico.
Se atiene tan sólo
a las sugerencias
del propio lenguaje escultórico:
materia,
volumen,
plenos,
vacío,
espacio,
luz…
Nada que difiera
de las dimensiones
clasicistas.
Pese a sus incursiones
en el territorio de técnicas y
materiales modernos
su arte se mantiene
al margen de la
dimensión tecnológica,
alejado de
la vaciada subjetividad
de un Calder
o un Pevsner.
No tienen eco aquí.
Sus formas abstractas,
inevitables,
no excluyen
una implícita dimensión,
que impone orden
en lo inerte
en lo orgánico,
en lo fantástico natural,
y en aquello sujeto a
nacimiento
crecimiento
sin dejar de lado
engañosas formas
simulacros de vida.
Sólo huellas,
arena erosionada por
el viento,
el agua,
materia súbitamente aligerada:
la inasible forma
de las nubes,
el perfil cambiante
de las llamas,
las cascadas.
Algunos de los escasos títulos
lo insinúan:
Energía hídrica, 2006.
Armonía vital, 2007.
Líneas de energía, 2007.
Jungla energética, 2007.
Presencia coloquial
con la naturaleza
sin la tentación mimética;
con la historia del arte,
sin angustia por las influencias.
Automatismo:
el gesto
antes que la forma.
El instinto,
Dadá:
“Las obras llegan,
gentiles
o extrañas,
hostiles,
inexplicables,
mudas
o somnolientas.
Nacen por sí solas”
Hans Arp
Del rígido involucro
de basta piedra yacente
al menhir neolítico
mudo testimonio
de la primeval verticalidad humana
con sus tiempos cosmológicos:
obeliscos,
cristalinas estructuras,
fallas,
fracturas,
desencuentros
en el continuo vertical,
ondulatorio
polifónico
de pliegues:
Viaje hacia la luz, 2007,
restos del naufragio
de la descomposición de planos cubistas
sometidos
a una blanda,
fluida
reverberante
sensual y pulida
abstracción biomórfica:
Hans Arp,
Tanguy.
El inquietante encuentro de Bernini
con Dadá
en un pedestal
sobre el césped
del Parque de Manantiales.
Maravilla petrificada,
la figuración de los pliegues
nos acerca,
por ese camino,
a los inocentes,
aplanados
pliegues arcaicos
helénicos,
aquellos inefables equilibrios
de razón y naturaleza
del clasicismo,
leves drapeados,
húmedos,
adhiriéndose estrechamente
a la piel,
al cuerpo
inscribiendo en la
naturaleza el orden de
áureos ritmos pitagóricos.
Y aquellos otros
más próximos al pragmatismo romano;
pliegues pesados
obsecuentes a la gravedad:
estatua de
Augusto Prima Porta:
prótesis retórica de poder;
sobrepuestos
grávidos paños y coraza
al helénico desnudo del Doríforo.
Y en esa misma senda
la renaciente
neoplatónica
Piedad de Miguel Ángel
púdica y edípica
interposición del paño
del manto
entre la mano de la Virgen y
el cuerpo de Cristo,
desencuentro entre lo divino
y lo humano.
Y finalmente
Bernini,
vórtice barroco
convergencia estremecida
Grecia y Roma
con el cristianismo:
Apolo y Dafne,
Éxtasis de Santa Teresa,
Ángel con corona de espinas,
voluptuosidad de pliegues y repliegues
virtuosismo marmóreo,
ecos de paños
mórbida piel
cabellos,
espinas,
vegetación de laureles:
metamorfosis.
Todo sumergido en la
historia
del planeta,
de la sociedad,
del arte,
pero presente en la memoria
de la materia,
en su tratamiento
metafórico.
Toda una genealogía
biomórfica convocada.
“Dejad flores y hojas,
tomad el tallo”.
Víctor Horta
El Art Nouveau,
Hector Guimard:
de las blandas y carnívoras