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03/04/2014

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Monumental. En un impresionante entorno, pueden verse obras únicas en el país.Museo Atchugarry: esculturas en el pasto.

Es muy difícil describir el museo, el parque escultórico y el taller de la Fundación Pablo Atchugarry, 4 kilómetros al norte de Manantiales, sin caer en la adjetivación. Si sólo cabe una licencia con los calificativos, habría que decir que se trata de un lugar “impresionante”.

Por muchas razones, y entre ellas la principal, el efecto siempre impresionante que tienen las esculturas de gran tamaño, como mensajes arqueológicos de otra civilización. El parque cuenta con una veintena de ellas, equilibradamente dispersas en una superficie suavemente ondulada de unas 25 hectáreas, con un césped de golf y un gran lago artificial en la depresión en el centro del terreno. Ya sólo eso, las gigantescas esculturas ubicadas al desgaire en una estampa de nuestra campiña-campaña, era suficiente para mover al asombro. Si la productividad en esculturas fuese agronómicamente medible, el campo de la Fundación rebasa las 200 unidades de “coneat”.

El segundo plato es el propio museo, compuesto por dos edificios independientes, levantados con una sencillez y probidad arquitectónica también impresionante. Donde se tocan la escultura y la arquitectura, en el manejo de los volúmenes y la administración del espacio, Atchugarry ha transmitido esos valores a las construcciones del museo, con pocos e inmensos salones, donde obras y visitantes parecen flotar en un ambiente ingrávido. (Basta ver el tamaño también impresionante de alguno de los bloques de mármol antes de que Atchugarry les hinque el cincel para comprender la afición por la grandeza).

Sobre un blanco hospitalario de muros y techos, una colección de arte abstracto que opera como estallidos de color, forma y en algunos casos volumen. Son 40 obras que componen la muestra “Art First”, que forman parte de la gran colección permanente de un museo que aún no ha nacido, y hace una especie de ecografía prenatal en los salones cedidos por Pablo Atchugarry en su temporada 2011. Se trata del Museum Art Center de Buenos Aires, que será conocido por su sigla Macba a partir de este invierno en el barrio San Telmo, cuando se inaugure a tambor batiente.

La muestra cuenta con “obras relevantes del arte geométrico, el Op-Art, el Espacialismo y arte contemporáneo”, según las palabras de Atchugarry en la presentación del catálogo. Fueron seleccionadas por la curadora María Costanza Cerullo, curadora y también a cargo de la dirección del Macba junto a Aldo Rubino. Redondeando, las obras expuestas responden “un 40% a argentinos, un 20% a brasileños, y el resto son trabajos de artistas europeos o norteamericanos”, aclara el propio Rubino, presente en la Fundación. También hay que decir que se trata, en su gran mayoría, de artistas bastante jóvenes, la mayoría nacidos en la década del sesenta y adelante, pero ya consolidados en su lenguaje plástico. Una escultura de la inglesa Fiona Banner, que parece un objeto extraterrestre, merece una observación especial.

 

Un taller impresionante

El tercer aspecto también impresionante de la visita es el propio taller del escultor, ubicado en dos edificios de similar estilo al cuerpo del museo. El pasado viernes en la mañana, Atchugarry no estaba en casa, lo cual no es un obstáculo para el fisgón, que puede administrar la curiosidad a su antojo. Aquellos prismas totalmente irregulares de un par de toneladas, tal como fueron desprendidos de las inagotables canteras de Carrara (de allí los trae Atchugarry ¿cuántos miles de años hace que “viene la mata dando”? ¿Desde los etruscos?), garabateados con sus medidas los que aún están en estado de virginidad, y otros, donde el escultor ya empezó a trabajar, con los dibujos con lápiz que irán dando forma a la piedra, unas lenguas que parecen una cabellera, o una perforación que atrapa un tramo de paisaje del fondo, constituyen una imagen arcaica, descolgada de la historia del arte.

La escultura en mármol, a diferencia de los trabajos en cualquier otro material salvo la madera, tiene la dificultad adicional que no admite errores. No se puede corregir, como en cualquier arte y en las modelaciones que acaban en la fundición, o los trabajos soldados en hierro. La otra complicación es el peso de la materia prima, la piedra, que condiciona primero el trabajo y luego el o los sucesivos destinos de la obra.

 

Monumental

Atchugarry tiene un atelier estable en Italia y el que armó hace algo más de un lustro en Manantiales, donde se instala en verano. Porque entre otras cosas, muchas veces hay que trabajar a la intemperie y el invierno es ingrato en cualquiera de los dos países. Ese condicionamiento no es lo único que la escultura de gran porte en mármol comparte con otras actividades, por ejemplo la construcción, a secas. También parte del equipo, empezando por unos imprescindibles autoelevadores, como se ven en obras o en barracas de materiales, necesarios para mover las moles de piedra “cruda” o las obras en cualquier etapa de su metamorfosis. Siguiendo con la semejanza, es un arte que necesita, junto al gran maestro, la colaboración de operarios. Atchugarry no viaja a ningún sitio sin sus tres colaboradores, que ayudan según instrucciones precisas a avanzar en la ardua realización del trabajo. Por momentos, su taller puede confundirse con una planta industrial.

El carácter a veces monumental de las obras que produce Atchugarry hace que, con frecuencia, su destino sean lugares públicos o espaciosos edificios corporativos, y sus clientes, municipios, instituciones estatales o corporaciones. En parques, por ejemplo, hay obras de Atchugarry en Italia, Bélgica y el principado de Mónaco, en Panamá y también en Uruguay.

Pero mucho más abundan los clientes privados, coleccionistas de todas partes del mundo pero principalmente europeos y de Estados Unidos, que son los que retienen la mayoría de las piezas del tamaño promedio que trabaja el escultor, entre 1 metro 40 y un metro 50 de altura. Entre unos y otros han convertido a Pablo Atchugarry en uno de los artistas vivos uruguayos que han alcanzado mejores precios para su obra en el mercado de arte internacional. Aquí mismo, en Punta del Este, en la parada Uno de la Mansa, hay una escultura de buen tamaño donada por el escultor, cuya contraparte, el mantenimiento, iluminación y despeje del lugar, las autoridades municipales aún estar por cumplir.

En definitiva, es uno de los lugares cuya visita es una experiencia sensorial “impresionante”. Entrada gratuita y abierto todo el verano, en principio. El año pasado, con una muestra del trabajo del arquitecto Le Courbassier (el “inventor” de la arquitectura “moderna”, que en una visita a Montevideo recomendó demoler el Palacio Salvo), tuvieron una afluencia cercana al millar de visitantes diarios. La muestra del Macba puede rozar ese éxito.

 

Link al artículo: http://www.lr21.com.uy/comunidad/439094-museo-atchugarry-esculturas-en-el-pasto

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