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11/03/2016 al 30/04/2016

Exposiciones

INAUGURACIÓN: VIERNES 11 DE MARZO / 18:00 hs

Suavemente ondulado

 Yvonne D´Acosta.

 

“Todo saber y toda reflexión, toda interpretación y toda imaginación que el arte exige de sus espectadores tienen por finalidad despertar a la vida el aparecer artístico de las obras. Sólo en ese aparecer pueden mostrarse los presentes reales e irreales del mundo humano.”

Martin Seel – Estética del aparecer

 

El Parque de Esculturas, creación del escultor Pablo Atchugarry,  se encuentra emplazado en un territorio  suavemente ondulado.

Este paisaje, es motivo de inspiración para  la obra que se presenta.

Utilizando técnicas de  pintura, dibujo, y objetos, se van conformando diferentes propuestas sobre el mismo tema.

 Los objetos escultóricos blandos y de material textil, no apto para exteriores, frágiles, son emplazados en  el parque, mediante juegos de ilusiones.

Por medio de la pintura y el dibujo, se presenta al objeto con una sombra irreal que marca una trayectoria entre la realidad del paisaje suavemente ondulado y lo virtual.

 

Yvonne  D’Acosta​






​Guardián de mi hermano

Myriam Jawerbaum. 

 

La tarea del artista es redimir el hambre.

Esto no significa alimentar a todos los desnutridos del mundo, ni siquiera a los pocos con los que el artista se cruza en la calle o frente a su puerta. No es en ese sentido del término redimir que consiste su obra.

Redimir es rescatar. Se trata entonces de rescatar el hambre de los usos espurios a los que siempre ha estado y está expuesto: fines electoralistas de la mala política, fines bastardos del frenesí mediático, fines culpabilizadores de la moral, fines dominadores de la religión.

El hambre, la mayor impotencia, es puesto demasiadas veces al servicio del poder.

Como en el título de un breve relato de Kafka, todo artista debería ser un “artista del hambre”. Alguien que sabe del vacío y la carencia, que siente en su propio cuerpo el acicate de la nada, que expone sus costillas y sus carnes magras a la inclemencia de la noche.

 

En las imágenes que forja Myriam la verdad se abre paso. Dolorosamente, como en un parto difícil, algo en ellas viene rasgando las entrañas desde un otro lado de la tela, trazando surcos de gritos silenciados, rompiendo tejidos que gimen, desgarrando fibras, abriendo grietas.

Las infinitas bocas abiertas esperan, piden, urgen. Son, también, doblemente infinitos ojos que acusan y mandan, donde implorar y ordenar tienen idéntica fisonomía y denuncian la misma inequidad.

Las imágenes del hambre son explosivas en su impotencia. Ellas muestran lo que se intenta mantener oculto, aúllan donde reina el silencio, punzan donde dominan la indiferencia y la molicie. Desvelan.

Descorren los velos que la buena conciencia y los usos políticamente correctos arrojan sobre lo incómodo de la alteridad, impiden el sueño tranquilo de los señores que descansan sobre lechos de caridades y beneficencias. Hablan cara a cara, convocan y sitúan. Recuerdan –como Dios a Caín, pero antes a ese Adán anestesiado en el sueño edénico- que lo que nos hace humanos es ser guardianes del prójimo, responsables por su hambre.

La tarea del artista es desvelar.

 

Dra. Diana Sperling​

 

 

 

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